NICOLÁS BRAVO, OTHÓN P. BLANCO.- El oficio del chiclero en la selva maya podría desaparecer en un futuro inmediato, ya que actualmente los jóvenes no se interesan en practicar esa actividad por ser un trabajo duro, peligroso y mal pagado, afirmó el chiclero de Nicolás Bravo, Marco Tulio Argüelles Solares.
Con 60 años de edad, Argüelles Solares afirmó que este año fue a la selva del ejido Laguna Om para extraer el látex del chicozapote, pues de alguna forma se tiene que ganar la vida, y logró acopiar 30 marquetas de chicle natural, las cuales entregó a la cooperativa en donde trabaja para su exportación a Japón.
Expresó que le pagaron 70 pesos por kilo de chicle natural, por lo que “algo es algo”, ya que no se dedica de tiempo completo, sino que acude a trabajar cuando lo desea y por ser una costumbre propia, debido a que desde pequeño le gusta trabajar en la selva, ya sea en la madera o en extracción del látex del chicozapote.
Argüelles Solares afirmó que vivir las mañanas, tardes y noches en la selva es algo inolvidable para él, es por ello que de manera regular acude a trabajar junto con algunos de sus amigos.
Afirmó que mientras los campesinos cuiden la selva y las plantas del chicozapote se tendrá siempre chicle de montaña, como se le conoce, pero el detalle es que año con año son menos los señores de la tercera edad que acuden a la selva para la extracción del látex, mientras que los jóvenes no se muestran interesados en esta actividad.
El pensamiento de los chicleros es que no quieren que sus hijos acaben sacando chicle en la selva, pues es un trabajo que no deja los suficientes recursos económicos para vivir holgadamente, es por ello que no los llevan a la selva para enseñarles el oficio, y en la mayoría de las veces tampoco quieren ir.
Aunque aseguró que solamente unos padres de familia llevan a sus hijos para hacer el trabajo, son contados, es por ello que personas de la tercera edad son las que trabajan en esta actividad del chicle.
Sin embargo, expresó que se debe hacer algo para recuperar esta actividad, porque hay muchas historias de los campamentos chicleros en la selva de Quintana Roo, en la forma de trabajar y de cómo sortear los peligros.
A sus 60 años de edad, afirmó: “Estoy al piolazo”, porque todavía puedo subir árboles de 25 y 30 metros de altura para extraer el látex del chicozapote. Además de que estar en la selva es vivir una aventura diaria e inolvidable.
Fuente: Por Esto!/Por Luis Enrique Tuz