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¿VOTAR POR EL PARTIDO O POR EL CANDIDATO?

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Renuncie a un partido político hace algunos años, aunque ciertamente nunca fui bien vista ahí ya que para ese momento mis ideas les parecían un tanto “radicales” y fuera de lugar. Pues siempre cuestioné la llamada “disciplina partidista”, que no era otra cosa que esperar la designación autoritaria de los candidatos o decisión de un grupo que sin tomar en cuenta a las bases seleccionaba candidatos con trayectoria cuestionable, con bajo desempeño o con historial de abusos y corrupción. Estuve en la Escuela Nacional de Cuadros y aprendí la doctrina, principios básicos y los documentos que deben regir al partido, sin embargo eso nada importaba vi como seleccionaban candidatos que ni siquiera habían pisado alguna vez ni el partido ni conocían su historia.

Esto le costó caro al PRI (aunque parece que no aprenden la lección), muchos decepcionados renunciamos, fue así como la oposición capto candidatos con mayores posibilidades de ganar una elección que fue ganando espacios. Entonces decíamos, lo importante no es el partido político sino el candidato. Pero el problema surgió cuando los partidos prácticamente vendieron sus candidaturas al mejor postor y muchos que nunca tuvieron oportunidades de ganar por no fomentar cuadros le daban la “oportunidad” a cambio de prebendas.  Entonces la figura del ciudadano independiente surge no porque no pertenezca a un partido político o porque falsamente se les identifica como apolíticos sino porque no tienen el respaldo de un Partido para estar en la boleta.

Esta evolución la viví en mis primeros años de juventud, hubo grandes avances, las instituciones tuvieron que volverse menos autoritarias y más democráticas, los candidatos debían cuidar sus propuestas y cumplirlas y como ciudadanos cuestionábamos cada posicionamiento, supimos que no bastaba ser del partido en el poder para ganar sino que los votos si cuentan y que no debíamos regalarlos y que el abstencionismo es un factor que favorece la corrupción y fortalece los eternos grupos en el poder.

Sin embargo, algo terriblemente trágico a mi forma de ver ha venido ocurriendo desde 2018, desde que Andrés Manuel López Obrador en su campaña dijo que sin importar el candidato voten a todos los candidatos por MORENA. Y lo peor muchos lo hicieron, llegaron personajes que jamás creímos que hubieran tenido oportunidad en un sistema donde habíamos avanzado, vaya hasta asignaron plurinominales por sorteo.

Hemos retrocedido varias décadas, ahora basta solo ser del partido, pero ya no importa si se está de acuerdo o no con los principios que lo rigen conozco pocos que por lo menos leen  un poco del partido que representan.

Ahora volvimos al tiempo en que no importa quién eres sino quien te pone, después de las elecciones de 2018 se piensa que solo basta ser abanderado de Morena para ganar. (¡Como me recuerda a la época dorada del PRI!).

Ya hoy algunos partidos (la mayoría) se han convertido en franquicias políticas, es decir no importa quién sea el empresario la marca es lo que da el “éxito”. Es por esto que vemos que se cambian de partido los aspirantes y dan saltos de uno a otro, porque volvimos a la época de “voto duro”. 

Pero tristemente veo que regresamos a la época de la espera del gran elector, porque en todos se espera solo una designación, vemos una aparente participación democrática y eso hace que se circulen encuestas que a mi juicio muchas son cuestionables por sus resultados y que todos los precandidatos estén desesperados por subir fotos con los “de arriba” para demostrar que se tiene el apoyo. Pero ¿no deberíamos seguir buscando el apoyo de las bases?

Veo también que partidos pequeños con pocas posibilidades, arropan a quien pueda pagar una candidatura sin importar de donde venga, lo importante es conseguir mantener el registro y por supuesto las regidurías o plurinominales.

Entonces ¿debemos votar por el partido o por el candidato?, a mi juicio ambas son sumamente importantes, votemos por el partido que haya escuchado a su militancia, por el que realmente se haya posicionado en los debates conforme a sus principios y no solo por una lucha por el poder en turno.  Por el partido que sea democrático y que no reciba a cualquier personaje solo porque aporte dinero o votos para la campaña sino porque represente los principios que señala.

Y por el candidato,  por un candidato  que tenga claro los objetivos, que su trayectoria avalen congruencia, que sus cuentas y bienes puedan ser transparentes, por quien conozca la realidad, por quien tenga empatía, por el candidato que pueda sostener por qué lo abandera un partido más allá de verlo como una fórmula ganadora.

Hay muchos que se han inscrito en pretendidas elecciones internas pero que no son  más que una competencia por obtener la designación superior. Por que quien está por designación más que por convicción llegará para servir a quien lo puso, y este no serán los electores.

Es momento para recordar que la caída del PRI fue cuando despertamos y nos dimos cuenta que el poder está en el ciudadano y no en el “voto duro” que si había de otra, tal parece que hoy a meses de la elección del 2021 hemos olvidado el poder del voto libre, directo y secreto.

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1 comentario

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    25/04/2022 a 4:36 AM

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